La necesaria hibridez de la comunicación y la cultura participativa

Abstract
Las tele-tecnologías de la Información y la Comunicación están tejiendo un horizonte novedoso y apasionante para la sociedad y la cultura en particular. Internet 2.0 es hoy la metáfora de una audio-video-biblioteca universal, capaz de vincular y converger diversos lenguajes y medios interactivos donde se reinventan los modos y las formas, pero también los relatos y la manera de contar las historias. Esta es la primera idea que quiero exponer en esta presentación del texto de las profesoras e investigadoras Angélica Pacheco Díaz y Magaly Varas Alarcón que recoge en cinco capítulos experiencias y reflexiones que van desde las mediaciones y las nuevos sujetos de la cibercultura hasta la convergencia mediática y los retos y desafíos del periodismo, o desde el territorio de la creación transmedia, donde surgen nuevos valores vinculados a las audiencias hiperconectadas, hasta las experiencias pedagógicas en las aulas de clase y las diversas lecturas transmedia que rediseñan la participación ciudadana y los escenarios de enseñanza-aprendizaje. Los textos que el lector encontrará en este libro, como dicen sus editoras citando a Levy (1997), reflexionan sobre diversos fenómenos sociales, comunicativos y narrativos que han surgido a partir del desarrollo de la cibercultura. Y es en este entramado de diversas miradas y análisis que hacen las autoras y autores de los capítulos donde me surge una difícil paradoja: por un lado, un halo de esperanza se nos revela en un territorio cuando menos esperanzador, en tanto las sociedades son más autosuficientes en cuanto a la manera como se informan y se comunican. Nunca habíamos tenido tantas y tan variadas tecnologías para estar informados, pero, por otro lado, también nunca habíamos estado tan vigilados ni habíamos habitado un escenario tan propicio para la manipulación y el sometimiento de las voluntades humanas. La premisa que expongo se cumple fundamentalmente en el ciberactivismo proveniente de la contracultura de la información, fundamentado en la sabiduría de las multitudes y en la construcción de estructuras horizontales e independientes de los poderes mediáticos, políticos o institucionalizados a los que estábamos hasta hace muy poco tiempo acostumbrados. No fue hasta entrado el siglo XXI con la llegada de Internet, sobre todo la 2.0, que el rol pasivo del receptor, la asimetría en la producción y emisión de los contenidos y la verticalidad, linealidad y secuencialidad en el consumo de los mensajes propios de los medios de comunicación masiva y de las instituciones cambian de forma radical. El nuevo modelo de consumo cultural propicia una gran revolución en los procesos de comunicación potenciados por la aparición de estas tecnologías 2.0. Surge una nueva manera de abordar estos procesos a partir de Internet: un nuevo medio (diríamos metamedio) que va a proponer, dada su particular arquitectura tecnológica, unas nuevas características que van a cambiar las formas de producción, distribución y consumo de mensajes. El paso a los nuevos medios, por ejemplo, plantea una diferencia fundamental en el proceso comunicativo; los mass-media del siglo xx generalizan la experiencia, los news media del nuevo siglo la particularizan, la individualizan. La web 2.0 es, pues, un escenario que construye procesos comunicativos complejos y ricos en experiencias e interacciones, a partir de interfaces y tecnologías que rediseñan la relación sujeto-máquina-sujeto, a través de ese bien llamado ciberespacio. Cualquier persona o comunidad local puede hoy publicar en la red, difundir y compartir sus contenidos y hacerse visible en cualquier lugar del planeta. Una inteligencia colectiva que surge a partir de la configuración de un escenario propicio para el intercambio de comunicación, para el empoderamiento de grupos excluidos y para el trabajo colaborativo basado en la apertura libre y descentralizada de software y herramientas OpenSource. Y es en ese nuevo territorio donde se gesta una nueva cultura comunitaria; “un reino de sensaciones”, de mimetismos, de interacciones que en muchos casos suplantan (y aquí está nuevamente la paradoja) la reflexión y el pensamiento reposado en favor de un gesto digital marcado por la omnipresencia del dedo pulgar que navega, responde, interpela y opina basado en un facilismo tecnológico propio de las máquinas virtuales que llevamos en nuestros bolsillos. Es cierto que la integración de lenguajes y la convergencia tecnológica en un solo aparato como es un móvil conectado a Internet, han dado paso a una manera de trabajar, de estudiar, de divertirse, de viajar, de amar, y también, cómo no, de protestar, que la cultura comunitaria viene utilizando en un espacio virtual que comparten usuarios con preocupaciones similares o intereses comunes. La red está llena de ciber acciones y despliega múltiples inteligencias puestas al servicio, no de la economía del consumo, como había ocurrido con los anteriores medios, sobre todo con la televisión, sino más bien de libertad y de formas de trabajo colaborativo y en red que potencian las estructuras sociales horizontales y una subsistencia propia e independiente. Sí, efectivamente, a la ingeniera de mercadotecnia interactiva y viral que busca básicamente ampliar la base de consumidores mediante refinadas técnicas y estrategias de comunicación y comercialización, se opone una resistencia en la web profunda donde se libran verdaderas batallas por el conocimiento, la democratización y el acceso libre a la información que modificada y compartida construye conocimiento. He ahí la paradoja, que trato de explicar y de la que da cuenta este libro. Estamos pues, en la nueva sociedad entre dos mundos; por un lado, el poder de los mass-media modeladores del sujeto y de la percepción que éste tiene de la realidad. Por el otro, el poder de las redes sociales nacidas con una arquitectura que no tienen los medios tradicionales y que permiten dar voz a las comunidades y personas que han sido invisibilizadas históricamente por los poderes mediáticos. Con la aparición de la web 2.0; los blogs, Wikipedia y en particular las redes sociales como Facebook, Twitter, YouTube, WhatsApp, y últimamente Instagram o TikTok, el declive de la sociedad vertical y hegemónica ha comenzado, internet está cambiando los valores y las reglas de juego (aunque no siempre para el bien) En efecto, este nuevo ecosistema de nodos y enlaces de las redes sustentado sobre la base de la cultura comunitaria y la producción descentrada de contenidos reformula el camino trazado en siglos de medios y culturas hegemónicas centralizadas y jerárquicas. Sin embargo, dejemos claro que no es suficiente que tengamos herramientas de comunicación cada vez más abiertas, personalizadas y gratuitas, sino se reinventa la comunicación y el pensamiento colectivo y crítico, y si la autonomía de los ciberactivistas para informar de sus acciones y propagarlas no produce empoderamientos ciudadanos capaces de exigir y transformar ciertas realidades construidas por años desde los centros de poder político, económico o institucional. Y es bueno decirlo, pues el libro que van a leer de “Narrativas transmedia, ensayos”, ya nos dibuja este escenario desde su premisa o subtitulo inicial: “la necesaria hibridez de la comunicación y la cultura participativa. Ruta simétrica de relatos con sentido”. Es cierto que con la llegada de internet asistimos hoy a la aparición de nuevos escenarios reales y virtuales, una hibridación en toda regla de la manera de enfrentar el mundo, potenciado mucho más por la pandemia vivida por el Covid 19. También que la web 2.0, por ejemplo, ha sido fundamental en el desarrollo de esta nueva sociedad y que está jugando un rol muy importante en la evolución de la tecnología digital y es la base de la cultura participativa. Pero desde ahora se hace necesario ver cómo este modelo de comunicación nuevo e innovador puede ser adaptado para mejorar las condiciones de vida en entornos no institucionalizados o formales como exponen algunos de estos textos, y cómo ese rol activo del usuario o prosumidor (también produsuario) mencionado también en el libro, plantea nuevos alcances al deber ser de la sociedad y la cultura. En resumen, hemos de mirar y estar atentos a cómo se utiliza de forma eficaz esta nueva comunicación para mejorar los procesos y los escenarios de interacción ciudadana en los barrios, las localidades, los museos, los medios de comunicación, las plataformas de contenidos sonoros y audiovisuales y los entornos de aprendizaje o aulas de clase. Nuevos retos, está claro, nos obligan a repensar las experiencias sociales, culturales, comunicativas y narrativas, pues se abren también nuevas posibilidades para la mejora de la competencia comunicativa del sujeto y se descubren nuevos caminos para narrar sus historias y sus experiencias. He ahí el desafío.
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