Estamos experimentando los efectos de las estrategias de protección frente al acelerado contagio del nuevo virus, lo que nos ha obligado a transformar la forma de habitar nuestras ciudades. Esta situación reprime la vida urbana y social, que ha sido la contra respuesta a la frenesís urbana heredada por la modernidad, cuyo modelo de ciudad- simplificado y segregado- produjo espacios vacantes e insípidos para la vida colectiva, generalmente gobernado por la velocidad del automóvil y la impersonalidad del mall.