Escuela de Arquitectura y Diseño2019-09-252019-09-252019https://hdl.handle.net/20.500.12536/323Cuando hablamos de educación se nos aparece un panorama siempre contingente, donde mucho hay que hacer en temas de diseñar infraestructura, compartir tiempos de aprendizaje y de compromiso por entregar conocimiento. Gobiernos, la clase política e intelectual han mostrado sus rutas de acción, sin embargo siempre nos topamos con la misma frontera, ese límite que divide a los niños y jóvenes, en los de arriba y en los de abajo en una palabra, segregación. Convertimos a los colegios en espacios estancos, donde poco se habla de futuro, menos de felicidad. La Arquitectura tiene quizás una variable que es donde las cosas se inscriben en un espacio y en un tiempo perdurable. Una obra que estimula el aprendizaje, de alguna manera vigila y convive silenciosamente a generaciones de estudiantes y es parte activa de procesos de conocimiento y de transferencia de valores creativos. ¿Como pensamos en los espacios de aprendizaje del futuro?, una Arquitectura que nos acompañe y enseñe; es más que una sala, más que una cancha, más que una serie de pruebas, un kiosco o una reja. El colegio como espacio dinámico, activo, que articula tiempos, abre y estimula procesos, ¿o acaso no se puede aprender una clase de Ciencias Naturales en su jardín?, Matemáticas en la cancha? o entender a los grandes pensadores en una vuelta por sus pasillos y galerías? Así como los tiempos cambian, los espacios deben ser receptivos con estos, vincular memorias, aplicar tecnologías y tiempos de conversación en la reflexión contemporánea. El colegio debería ser pensado de forma que propicie el encuentro con la comunidad, que estimule el desarrollo vecinal, sus actividades deportivas y culturales, una potencia para la convivencia y el aprendizaje en todas sus etapas.32 pp.esDesarrollo urbanoArquitecturaInfraestructuraTaller Obra y CiudadArquitectura y aprendizaje 2018Libro